Poco
sabemos hoy sobre el Linares de los tiempos anteriores a la Reconquista;
sólo tenemos noticia de su castillo, aunque es muy probable
que existiera mucho antes algún asentamiento formado por
las personas que venían a explotar sus minas. A partir de
1227, fecha en que Fernando III se apoderó del Castillo de
Linares, esta fortaleza fue utilizada por los cristianos en el largo
período en que tuvo lugar la Conquista de Andalucía
y del que sólo queda hoy una torre cilíndrica de difícil
acceso.
Con frecuencia, el origen de Linares
se remonta a Cástulo, aunque los testimonios de que
disponemos son insuficientes para la identificación y continuidad
histórica de ambos grupos. Tras la conquista de Baeza por
Fernando III, Cástulo quedó en el olvido, mientras
que a Linares le fueron otorgando privilegios que serían
respetados por los reyes castellanos, quedando incluida Linares
dentro del territorio de Realengo que constituye la comunidad de
Villa y Tierra de Baeza.
Se podría afirmar que durante
el siglo XIII se crearon las bases demográficas, económicas,
sociales y políticas de Linares en la nueva sociedad que
había surgido en Andalucía tras la conquista cristiana.
Durante los siglos XIV y XV Linares
sufrió una etapa de inestabilidad política y social
traducida en las frecuentes luchas entre linajes y ciudades. A mediados
del siglo XVI Linares presenta un aumento considerable de la población
y un florecimiento económico debidos a la riqueza agrícola
y ganadera, y es entonces cuando obtiene el título de Villa
de manos de Felipe II. La configuración urbana de la ciudad
obedece a esta situación social: se constata la existencia
de un núcleo medieval en torno a la iglesia y al castillo
donde vivían los hidalgos, el clero, los que realizaban las
profesiones liberales de más prestigio y algunos artesanos.
Adosados a la villa medieval aparecían una serie de barrios
cuyos habitantes se dedicaban a actividades agrícolas.
En
los siglos XVII y XVIII, paralelamente a la agricultura y ganadería,
se va desarrollando la industria minera fundamentalmente relacionada
con la minería del plomo, mineral
que se extrae y comercializa en Linares en estos años en
cantidades de 200.000 a 300.00 arrobas y que tienen como destino
la totalidad del Reino, las colonias americanas o la Armada Real.
Este creciente protagonismo de actividad minera irá acompañada,
desde mediados del siglo XVIII, de un crecimiento demográfico
y un desarrollo urbanístico que convirtieron a Linares en
uno de los centros más importantes de la provincia durante
el siglo XIX, siendo la minería del plomo un sector privilegiado
a lo largo de todo este siglo.
Los hechos que van a determinar
esta profunda transformación en Linares y su comarca serán
la nueva legislación minera y la incorporación de
una nueva tecnología. El ferrocarril, comunicando la ciudad
con los puntos más importantes del país, facilitará
la afluencia de inmigrantes que, procedentes de los lugares más
diversos, influirán notablemente en la vida social, marcada
con un desenfado y dinamismo desconocidos hasta entonces y que configurarán
el carácter abierto y cosmopolita que la harán tan
diferente de las ciudades vecinas.
En el siglo XX se abre una nueva
etapa para Linares. Unida a la crisis de la minería en las
décadas iniciales del siglo, surgen numerosas industrias
en la ciudad que contribuyen a su enriquecimiento y a la fama adquirida
dentro y fuera de nuestro país debido a los numerosos productos
que, salidos de sus factorías, llevarían su nombre
y su marca de procedencia. |